sábado, 8 de marzo de 2014

Los gatos



                                                                            “Confiesa que entibia el agua,
                                                                              antes de realizar esa tarea”       
                                                              
                  
Aún es una niña cuando se jura no casarse. Toma esa decisión ante el mandato de su madre que  dice  que  debe obedecer siempre  a los varones. Única mujer entre dos hermanos, decide que ningún otro hombre la manejará. Cuida a sus padres hasta sus últimos días. Los amigos desaparecen.
Vive en una casa vieja. Se pierden sus pasos en la casona… necesita compañía. Alguien en quien pensar.
 Una mañana encuentra un gato herido trepado a un árbol. Con afecto lo rescata, lo cura, lo alimenta. Él se transforma en  su huésped. El roce del animal en sus piernas es algo agradable y sensual: una compañía. Al tiempo, otros felinos se albergan en la casa. Llega a tener muchos, las gatas se reproducen constantemente, invaden su vida. Mantenerlos no es fácil, requiere trabajo y dinero. El presupuesto crece, intenta diferentes formas para alimentarlos.
 Sólo dos de ellos comparten su tiempo en la casa, los otros disfrutan del patio. Pero su número sigue creciendo.
Por ese tiempo cambian los cables de la electricidad, los pasan bajo tierra. Los operarios estarán  allí por largo tiempo.
Uno de ellos se enamora de la dueña de los gatos, de sus piernas bien torneadas y de sus ojos negros. Al llegar la excavación frente al baldío encuentran un envoltorio con olor nauseabundo. Se hacen mil preguntas.
La mujer explica a su pretendiente que ahoga las crías de sus gatas y las entierra (cuida a sus padres hasta los últimos días, los amigos  y los pretendientes desaparecen).
Confiesa que, previamente, entibia el agua para realizar  esa silenciosa condena.



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