sábado, 24 de agosto de 2013

Ajedrez

                                           


                                                              ¿Qué dios detrás de Dios la trama empieza
                                                        de polvo y tiempo y sueño y agonías?
                                                                                                   J. L. Borges




 En un camping, a orillas del río Uruguay, en un día de verano, jugaba al ajedrez una pareja de acampantes.
De pronto apareció un joven corpulento, rubio. Vestía vaqueros y remera. Vendía cuchillos, que llevaba en un bolso. Los ofreció entre los presentes. No vendió nada.
Se acercó a mirar la partida. Cuando ésta terminó, quiso jugar él. Ganó y jugó otras, mientras tomaba unas copas.
Luego, siguió ofreciendo su mercancía por las carpas. Esa noche durmió sobre un banco, con los pantalones puestos. No se los sacó durante varios días.
Le prestaron una malla, para bañarse en el río. Por las mañanas lavaba su remera y la ponía a secar, para volver a ponérsela después.
Siempre tomaba cerveza y en cuanto podía jugaba al ajedrez con quién se animara a enfrentarlo. Ganaba invariablemente.
En el lugar se comenzó a tejer historias sobre su vida: “Qué era contrabandista”, “Tratante de blancas”. Nunca se supo qué. Pero los padres, entre preocupados y temerosos, empezaron a cuidar a sus hijas. Se formó una comisión para tratar de que se fuera del camping.

No lo lograron. Siguió con su rutina de juego y copas. Dio  “Jaque Mate”  a los chismosos.

Encuentro en Fray Bentos

                                                              “La riqueza de la vida está hecha
                                                                          de recuerdos y olvidos”
                                                                                                CESARE PAVESE





Nora decide recorrer el mundo. Sale de su “Casa de Muñecas”, disfruta toda la  libertad, después de su separación.
Su largo peregrinar la lleva a Gualeguaychú. Decide ir a Fray Bentos. Aquella balsa la deja en tierra Oriental. Allí vive, con su madre, un tal Ireneo, “compadrito con ciertas incurables limitaciones”. Tiene trece años, es conocido por sus rarezas: intuye la hora como un reloj y no se  da con nadie.
Nora e Ireneo sentados bajo la “higuera del fondo”, conversan sobre la vida. Ella lo escucha asombrada. Insinúa contarle su historia, pero él la interrumpe y le dice”:m’hija
Usted dejó su casa porque su marido, como su padre, la creía incapaz de resolver las cosas por sí sola”. Ireneo lo dice como si hubiera estado allí y le aconseja:”Ya creció, puede  enfrentar a su esposo y a quien trate de avasallarla. Ha logrado seguridad y ya puede tomar decisiones y dirigir a su familia”.
Nora le dice: “Recuperaré a mis hijos, pero no volveré con quién no creyó en mí. El amor sin confianza no sirve”.
Vuelve a su país para empezar una nueva vida, sin dominaciones.
Ireneo es volteado por un redomón y queda postrado hasta su muerte, pero esto hace que su percepción y su memoria sean infalibles. Borges sospechó: “que no era capaz de pensar. Pensar es olvidar diferencias, es generalizar, abstraer. En el abarrotado mundo de Funes no había sino detalles casi inmediatos.”. Funes dijo de sí mismo:”Más recuerdos tengo yo solo que los que habrán tenido todos los hombres desde que el mundo es mundo”.    

Hubiera sido bueno, para Nora e Ireneo, poder olvidar algunas cosas.

martes, 6 de agosto de 2013

6 de agosto de 1945

Mil grullas - Un cuento de Elsa Bornemann
Naomi Watanabe y Toshiro Ueda creían que el mundo era nuevo. Como todos los chicos. Por que ellos eran nuevos en el mundo. También, como todos los chicos. Pero el mundo era ya muy viejo entonces, en el año 1945, y otra vez estaba en guerra. Naomi y Toshiro no entendían muy bien que era lo que estaba pasando.