Esa casa ahora abandonada, había sido espléndida.
Su techo en mansarda, sus vitraux, la pérgola.
Sus dueños han muerto. Los herederos, no la aman. La
ignoran. Se convierte, así, casi en una ruina.
Para que no la ocupen, envían un sereno. Su
nombre no importa, todos le dicen el Chileno, su oficio fue el de práctico de mar. Tiene
la piel marchita.
Le gusta mucho contar sus viajes y su vida.
Es rudo, pero cariñoso Los chicos del barrio se acercan a la casa para escuchar
sus historias. Les dice que puede frenar las tormentas. Comenta que lo hace, al
clavar su cuchillo en la tierra e
invocar a sus ancestros.
Los tiene atrapados. Les comenta, que ahora
por las noches, oye cadenas que se arrastran por las escaleras.
Hoy llegará una muchacha rubia y pálida a
conversar con él. Le mostrará la casa. La joven querrá subir a las
habitaciones, recorrerlas.
¡Qué extraño! dirá avanzando despacio
¡Qué puerta tan pesada! La tocará al hablar y se cerrará de un golpe.
¡Dios mío! dirá el Chileno Me parece
que no tiene picaporte por dentro.¡Quedamos encerrados los dos!
¡Los dos no! dirá la muchacha. Pasará a
través de la puerta y desaparecerá.
El Chileno quedará atrapado entre fantasmas