Vive en Claromecó, en una esquina , donde
las plantas cubren la vereda. Es hija de inmigrantes daneses que llegaron
en 1906 y se afincaron en Aparicio (partido de Coronel Dorrego), donde arrendaban
un campo. A los seis años ordeñaba una de las pocas vacas de su padre, muy
mansa según nos cuenta.
Los hermanos Larsen fueron once. Ninguno
fue a la escuela primaria. Su madre, según cuenta Nati, les enseñó todo lo
necesario. Aprendieron idiomas, piano y en la biblioteca,
que poseían en el campo, contaban con más
de mil ejemplares para informarse y disfrutar.
Se parece mucho a Nani, la madre de mi
amiga Sonia y es tan especial como lo era ella. La cultura del trabajo y el
respeto que trajeron sus padres de Europa, y que hoy se ha perdido, las
caracteriza a ambas.
Nati viajó mucho y conoce a la gente con
sólo mirarla. Practicó y enseñó yoga (ioga, como ella lo pronuncia). Sabe mucho
de la vida y de los seres humanos.
Su esposo construyó un hotel en Tres
Arroyos y varios chalets en Claromecó. En uno de estos vive hoy. Sola, rodeada
de sus perros, su gato, su loro y su inmensa sabiduría.
Fue un verdadero placer conocerla y
conversar con ella. Nos invitó a pasar una tarde para tomar mate, pero los
pocos días que estuvimos en Dunamar no nos permitió tener ese privilegio.
Espero volver a verla para que me deleite
con sus vivencias.
Encontré en Internet noticias de su
familia, en el Diario:”La Nueva Provincia”
y supe de su legendario hermano Leif o el “Vikingo”, como lo conocían en el
balneario de Monte Hermoso.