Hace meses la veo deteriorarse, está en la
plaza de mi barrio.
Le robaron parte de su estructura y el
motor. Ahora los domingos están vacíos de su música.
Averiguo: ¿qué sucedió?, ¿por qué nadie la
pone en marcha? El vecino de enfrente me comenta que ha muerto el dueño.
Hoy tiene un cartel de venta. Hay un número
de celular y aclara que se vende con las habilitaciones necesarias.
La quisiera comprar, me gustaría manejar
ese negocio. Poder regalar la sortija, como hacía aquel calesitero que para no
hacernos llorar, nos daba una vez a cada una, a mí y a mi amiga, ese premio tan
ansiado.
Me parece estar dando vueltas en ella,
frente a la estación de Quilmes, esperando el tren que traerá a mi padre de
regreso del trabajo, que sin demostrar cansancio me sonreirá desde el andén.

siento a la calesita como el mayor ícono de la infancia y la pureza
ResponderEliminarun arte girando para llenar espacios de placeres de arcoiris
tu narración la pone en la memoria y la estira hacia el futuro
Ayer escuché a Cacho Fontana y dijo algo cierto:"Ya estoy en el futuro...",disfrutemos del presente que es el mejor momento.
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