martes, 9 de octubre de 2012

Benino




                                                                              “Cómo se hace para sobrevivir
                                                                                sin que se te apague el alma”
                                                                                                            E. Galeano

Se llamaba Benigno Justo. Vivía en un conventillo. En el barrio, los italianos, le decían”BENINO” y así le quedó.
No era  desagradable. Tenía la voz aguardentosa y el rostro enrojecido.
Bueno y leal. Visitaba los piringundines de aire rancio, repleto de hembras aburridas.
Actuaba de ladero de Miranda, un político del pueblo, a quién se le había atravesado un sujeto que le había jugado una mala pasada. Eligió a Benino, su mano derecha, para concretar su venganza. Le dio un arma  y le indicó el procedimiento. El ajuste debía hacerlo en el tren que iba hacía la Capital. Se calculó todo.
-¿Qué voy a hacer?, Benino se desveló. Dio vueltas en la cama.
En un rancho del río, Casimiro, el sentenciado, tampoco podía dormir. Algo lo inquietaba. En sus sueños escuchaba un estampido, y se despertaba como si tuviera una herida en el pecho. Asustado, se sentó en la cama.
Me levantaré temprano, pensó Benino, e iré a la estación. Al llegar el tren veré si me animo a subir.
Casimiro pensó en desistir de ese viaje, sintió un presentimiento: “Mejor me quedo”.
“Sigo durmiendo y listo”.
Benino tomó coraje, salió a la calle y caminó lentamente hacia el destino.
Casimiro cambió de idea y se levantó. Se vistió y fue hacia el suyo.
Benino cumplirá con su jefe. Horas más tarde, el traidor cayó ensangrentado al piso de un vagón de segunda clase. Hubo una llamada…
Al llegar a la próxima estación, la figura de Benino se cubrió de una  espesa niebla.
Despidió su alma al bajar del tren. 


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