martes, 4 de septiembre de 2012

Melodía inconclusa


En el día de los inmigrantes, un homenaje a mis abuelos genoveses.



Yo los alumbré por las noches.

Suena Schubert…
Estoy sobre el piano. Soy blanca, esbelta, de vidrio o porcelana, no estoy segura.
En mi cintura unas pinceladas rojas y verdes me visten.
Cándida y Esteban me compraron en un viejo bazar de Génova, y luego atravesamos el océano en un barco, que tardó mucho en cruzarlo. Ya frente a Buenos Aires estuvimos tres días para desembarcar. El viento nos aleja de la orilla una y otra vez.
Después, el Hotel de los Inmigrantes; las quintas en Vicente López y Olivos. Allí Esteban, de “sol a sol”, trabaja la tierra. Frutillas y verduras frescas son su recompensa. Sus manos son callosas y fuertes. Es erguido y alto como un álamo, desafía el paso de los años. Sube a los molinos para arreglarlos. Sus hijos disfrutan de lo que él cultiva y de los fideos, que amasa Cándida.
Por las noches los alumbro. Hablan xeneize, su idioma.
Los chicos en la escuela son llamados: los “gringos“, tienen vergüenza, pero se adaptan a esta tierra.
Años después nos vamos a vivir a Quilmes, Esteban será el jardinero en una casa de veraneo.
Cuando llega la electricidad, logro mi descanso. Sólo me encenderán por algún corte de luz.
Pasan los años… y aún estoy aquí. Me destaco, adorno con mi esbeltez. Me admiran. Me acaricia la música del piano con la magia de Schubert.
Es la Sinfonía Nº 7, la Inconclusa, como ese viaje que comenzó en el siglo XIX y dejó sin regreso a su tierra a esta familia genovesa.

2 comentarios:

  1. estupenso relato, en la voz de la lámpara, es la que conserva sus historias solo con su presencia,
    y tu tinta la entiende muy bien cuando te las cuenta cada día, estando

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  2. ESAS HISTORIAS DE INMIGRANTES QUE NO REGRESARON NUNCA A SU TIERRA ME ATRAPAN.

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