sábado, 18 de febrero de 2012

Un tranvía en verano



Cuando asoma el sol sobre la estación Constitución, su techo brilla.
Adentro está fresca, silenciosa y sombría como un templo.
Salgo y miro hacia donde se curva la calle Brasil, por ahí me alejo en el tranvía 84. Su ruido es ensordecedor. Tiemblan las hojas de los árboles y despierta la mañana.
De repente el tentáculo del trole se precipita con luces y sombras que huelen azufre. Trozos de madera vuelan y se derraman por el lugar. 
El motorman luce nervioso, el guarda no sabe qué hacer. Toda la plaza se estremece con un verde y húmedo chasquido. La gente corre espantada.
De espaldas al edificio, ladrillos, asfalto y madera encierran mi mundo. Veo esa esquina quejosa y lejana en el principio del sueño.
El tiempo pasa a través de mis ojos, abandonados por el sol, llenos de flores blancas.
Sin regreso. 

2 comentarios:

  1. genial!!

    lleva sobre el tranvía un velo de tiempos, perfumes y sonidos de ciudad, la mirada del personaje a punto y su dolor de despedida también
    la tragedia llega pero lográ ponerle el mismo velo entre flores blancas

    lo que decís de constitución, me suena exactamente igual!! bien expresado amiga!
    besos

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