viernes, 27 de mayo de 2011

Viaje por las aguas que brillan




Clodomiro parte en el Nochero. Enfila por una senda estrecha, cubierta de pastos duros.
Sudan sus manos curtidas. El corazón late acelerado. Un temor vago lo estremece.
Siente el placer del viento cantando en sus orejas y no puede disfrutarlo.
En la casa quedó Manuela, tiene contracciones. No se cumplieron sus nueve lunas. Su desazón es grande.
El avión fumigador pasó hace días. Todavía se huele amargo. Se traga amargo.
Sus manos ásperas se aferran a las riendas. Para acortar distancias toma por el monte.
Es otoño. Ha llovido mucho. Han desbordado los esteros. Igual decide cruzar el humedal.
Rodeará la laguna Galarza, invadida por camalotes y malezas. Clodomiro fue mariscador, es alto y fuerte. Es baqueano en la zona. Tiene experiencia, pero teme atravesar esa zona traicionera. Los latidos crecen.
Amanece cuando llega al pueblo. Toca a la puerta del médico. Le cuenta su problema, se disculpa por la hora. El doctor lo tranquiliza, le da muestras de un remedio.
Toma el camino del regreso. Serán suficientes las píldoras y el reposo o Manuela perderá el crío, como muchas de sus vecinas.
Se seca un sudor amargo.

5 comentarios:

  1. Bello, muy bello, Beatriz. Mis felicitaciones por el blog. Seguiré leyéndote.

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  2. GRACIAS DORITA POR COMPARTIR ESTE CONTACTO.
    Colombina

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  3. este cuento, tiene magia, intercala la duda del final con la cruda realidad de las contaminaciones con agroquímicos; a la vez que pone al lector frente a un paisaje específico del lugar con sus misterios y bellezas.Por otro lado Clodomiro intuye que algo más pasa en esas muertes de sus vecinas,transmite su preocupación.De la cual nos hacemos eco los lectores para pasar el alerta y reclamar medidas que favorezcan la vida de todas las Manuelas y sus críos.
    genial!

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