Mi piedad cansada se ahoga con un manto de
amianto y despierta la tormenta en el espejo. Pero, soñar es esencial para los
cazadores de mitos, cuyo mejor refugio es un aula musical.
Un tenue desafío, en mi botica misteriosa,
provoca a un encantador anónimo en mis sueños.
Me encuentro en la torre de los recuerdos,
me apoyo en las solapas del traje de mi padre y la luz se agrieta en mi
conciencia. En ese circo de bichos, de aquel otoño imperdonable, el sol no
tenía bolsillos. Esta inicial incertidumbre me lleva a cruzar desconocidos
puentes y romper esas vanas hojas del misterio.
En este árbol llamado vida tengo un
profundo secreto que se llevó tu corazón.
Todo es un paraíso en ruinas en tres
segundos, ya que las tropas de ocupación en el cerebro no respetan mi lugar. Un
golpe de arco del violín, es un desfile incesante de imágenes de cuando en los
tilos vacíos anidaba la ilusión. Los ojos del tiempo me muestran, como
brújulas, el camino para que mi vida sea más que un error y te encuentre por
fin.
¿Dónde anclaremos?, pienso en el momento en
que mi compañero gira a la derecha. Quisiera tener una enorme tijera y cortar
ese cordón invisible que me ata al pasado. Voy a la deriva en este desierto,
plagado de las negras moscas del pecado.
Mi corazón delator no puede dejar de pensar
en esa carta robada hace años. ¿El poder de las palabras, hoy, hará el
milagro?, me pregunto.
Nuestro amigo común, que visita las tiendas
de antigüedades, me explica que son tiempos difíciles y no podemos eludir
nuestras culpas, garabatos en el alma. Esos ojos de perro azul nos recuerdan la
mala hora vivida en la hojarasca.